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domingo, 16 de diciembre de 2012

Un futuro para el PSOE

Escrito por Mario Salvatierra * y publicado en Diario Progresista el 15/12/2012

Esperé. Esperé y esperé: creía que la dirección federal del PSOE, después de que perdiéramos siete escaños en Galicia con relación al año 2009, nueve en Euskadi y tras el varapalo proporcionado en Cataluña (ocho escaños menos respecto a los resultados de 2010), daría alguna señal de haber recibido el mensaje de las urnas.

 El PSOE está en la UVI y, sin embargo, el paciente no quiere hacerse cargo de ello. Es más, imagina que cualquier día saldrá del estado comatoso solamente por el hecho de guardar tiempo. No es consciente de que este no es un achaque cualquiera: cree que le están jugando una mala pasada los bronquios cuando lo que en realidad padece es una neumonía de caballo.
Mientras el PP avanza imparablemente hacia el estrujamiento de los mimbres del Estado del bienestar, cuestiona el consenso básico de la estructura territorial del Estado, se lanza hacia una recentralización de la administración pública e impulsa un proceso de renacionalización cultural e institucional contra todo aquello que diverge de su idea de "unidad" de España, la dirección federal del PSOE es incapaz de quitarse de encima el lastre de la "herencia". No se puede afirmar que no hacen oposición; la hacen, pero no son creíbles.
La enfermedad del PSOE es que no tiene credibilidad: su pasado se está cargando al futuro. Y para que el pasado no devore al presente ni al porvenir, es imprescindible, primero, hacer una crítica sin tapujos de lo que hicimos y nunca debíamos haber hecho, de lo que no hicimos y tendríamos que haber hecho sin titubeos, y de lo que dejamos "pasar" como si las cosas no nos fueran a dañar. Y no me refiero únicamente al pasado inmediato sino también al remoto. En este punto, ya no vale apelar a una suerte de lógica teológica muy al uso en los aparatos: si criticas, te llaman desleal y si, por responsabilidad orgánica, callas, en el mejor de los casos, te llaman cómplice y, en el peor, imbécil. Es decir, con el aparato jamás te libras de la culpa. Así pues, la condición inexcusable para que se produzca una crítica constructiva es que el PSOE sea realmente un partido abierto, plural y que el disenso interno no sea castigado con la exclusión institucional. De lo contrario, no hemos ingresado en un partido, sino a un cuartel o congregación religiosa. Ni feligreses ni reclutas, queremos continuar siendo ciudadanos de puertas adentro.
Segundo: es prácticamente inviable que quienes han estado personalmente implicados con la gestión anterior, puedan estar destinados a encabezar el nuevo proyecto. Al parecer, no lo entendieron así hace apenas un año atrás, pero al día de la fecha es más que evidente que el consuelo de salvar al paciente sacudiéndolo con los años de gloria, en vez de animarlo lo han dejado para el arrastre. Conmutar el tiempo pretérito con la fatiga actual, además de escamotear un diagnóstico preciso de la mundana realidad, no dura más que una jornada fallera. Ya no vale la teoría del péndulo: ahora está en el lado derecho pero pronto oscilará hacia el izquierdo. Ya no sirve la siguiente estrategia: "ganar tiempo" para substraer el pasado, "enfriar" el debate solazándolo con la responsabilidad política y "congelar" las primarias para disuadir el cambio necesario.
Tercero: el PSOE requiere, para salir de la UVI, un proyecto global. A estas alturas no sólo corre el riesgo de terminar como el Pasok griego, sino que puede descarrilar al modo de la izquierda italiana. La descomposición de nuestro germinal Estado de bienestar es palpable, la fractura de las clases medias bien visible, la exclusión social en ascenso y la vulnerabilidad ciudadana manifiesta. Un monstruo económico acampa en Europa: el neoliberalismo; un Leviatán tecnocrático aniquila las instituciones comunitarias y el Reino del euro ahoga la dignidad humana. España no puede ni debe esperar que Europa la salve porque lo que hay que hacer el salvar a Europa del precipicio social al que nos lleva. En consecuencia, resolver la crisis no pasa por darwinismo social, ni por muscular el orden policial y dejar a millones de personas sin salida. La alternativa no es o estabilidad o hundimiento. Hay que domar al capitalismo financiero y, a su vez, hay que detener que los intereses nacionales egoístas abotarguen los orgullos patrióticos a costa de las desgracias foráneas.
Sólo así saldrá el enfermo de la UVI. Con un mundo nuevo por delante, un horizonte al que conquistar y una ilusión que contagie esta aventura: otra España es posible, otra Europa es viable, otra política es factible.


*Mario Salvatierra es diputado de la Asamblea de Madrid

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