Mario
Salvatierra Saru, miembro de Izquierda Socialista de Madrid.
En
el mismo día, en distintos periódicos, aparecieron las siguientes
noticias: "Los bajos tipos en depósitos y bonos llevan a
máximos la inversión en sicav. El dinero en estas sociedades sube
un 42% desde 2011 hasta los 34.000 millones de euros", "Las
empresas del Ibex ganan casi 30.000 millones hasta septiembre",
"Los salarios caen más que la inflación desde 2012", "La
esperanza de vida en el barrio de Salamanca es dos años mayor que en
Villa de Vallecas" y "752 familias de Majadahonda llevan
cuatro años esperando una vivienda del Ivima". Estos son los
titulares y si vamos al detalle, el contraste es aún más
desgarrador.
Así,
por ejemplo, las estadísticas dicen que el total de accionistas de
las sicav es de 487.190 para un volumen de 34 mil millones de euros,
es decir, que la inversión media de cada uno de los accionistas es
de 71.100 euros, pero sabemos que la realidad es otra: hay miles de
accionistas de paja y, a su vez, las mayores sicav por patrimonio se
concentran en muy pocos apellidos ilustres: familia March, Koplowitz,
Ortega Mera (hija del fundador de Inditex), Gallardo (Almiral), Del
Pino (Ferrovial), Botín, etc. También sabemos que los beneficios de
estas "sociedades de inversión de capital variable"
(sicav) tributan sólo al 1% y únicamente cuando el accionista
retira el dinero paga los impuestos correspondientes por IRPF o
sociedades, en función de si es una persona física o una empresa.
En relación al Ibex 35, nos informan que estas empresas obtuvieron
entre enero y septiembre de este año un beneficio neto de 30.000
millones de euros, un 17% más que el año anterior. En el año 2010,
en plena crisis, lograron 38.000 millones entre enero y septiembre y
en el 2008 cerca de 42.000 millones de euros, en el mismo período.
Mientras,
según los datos que ofrece el Instituto Nacional de Estadística
(INE) del ejercicio de 2014, los salarios caen por debajo del IPC.
Todos los trabajadores con salarios inferiores a los 1.220 euros
mensuales (el 40% de los trabajadores) han perdido poder de compra
desde el año 2012. El salario de los trabajadores más pobres (el
10%), que ganan menos de 655 euros al mes generalmente con contratos
a tiempo parcial, ha sufrido una pérdida de poder adquisitivo del
3,4%, y del 0,5% para aquellos que ganan entre 972 y1.220 euros al
mes. Pero esa caída de la inflación, además, esconde una subida
del precio de los alimentos y de los productos de primera necesidad.
Según el INE, respecto al año pasado, el precio del aceite subió
un 25%, las patatas un 11%, las verduras y legumbres un 8%, el
pescado un 3% y la fruta un 2,8%. Todos estos productos son los que
tienen mayor peso en la cesta de la compra y es por esta razón que,
si a los salarios de pobreza le sumamos las personas desempleadas y
las que no tienen ningún ingreso, el 46% de las familias españolas
tiene verdaderos problemas para llegar a fin de mes.
A
los bajos salarios y al empobrecimiento de las condiciones vitales
hemos de añadirle
la principal conclusión del Estudio
de salud ciudad de Madrid,
elaborado por el organismo municipal Madrid Salud: los distritos con
menor esperanza de vida son Usera, Centro y Villa de Vallecas
mientras que tienen mejores expectativas las circunscripciones de
Retiro y Salamanca. La diferencia máxima entre esperanza de vida
entre estos distritos es de 2,34 años. Y ello se debe no al sistema
sanitario, que es el mismo para todos, sino a las condiciones
sociales, laborales y culturales. Las zonas pobres, además de
padecer la inclemencia de la desigualdad, tienen menor tasa de vida
que las ricas. Otro tanto sucede con la vivienda: cientos de familias
sin viviendas al tiempo que desde el gobierno de la Comunidad de
Madrid se vende a fondos buitres (Azora Cibeles, Goldman Sachs,
Bussola 99 y Encasa Madrid) más de 3.000 viviendas del Ivima. Este
saqueo de un bien común ilustra a la perfección el significado de
lo que se ha venido a llamar "capitalismo de amiguetes". En
efecto, el gestor político de este pillaje fue el exconsejero de
Transporte y Vivienda, Pablo Cavero, cuyas relaciones económicas con
Goldman Sachs fueron más que evidentes y que, según ha declarado,
acumula acciones y participaciones en fondos y en una sicav por valor
de seis millones de euros.
Como
señalé, todas estas informaciones aparecieron el mismo día. ¿Cómo
procesarlas?, ¿cómo digerirlas sin bicarbonato? La desigualdad
crece; los ricos no se cortan, desean más ganancias y aumentar sus
privilegios, esto es, la desbordante acumulación de riqueza les
parece poca, además de justa. Y la distancia que hay entre el poder
político y el poder económico-financiero aumenta cada día. El
economista Thomas Piketty nos revela que el 95% del aumento del PIB
de EE.UU. ha ido a parar al 1% de los norteamericanos más ricos. El
capitalismo por sí mismo no pondrá solución a esta escandalosa
injusticia. Es necesario invertir el sistema de normas que ha
impuesto el neoliberalismo: la competitividad generalizada, la
mercantilización de todas las esferas de la vida, la apropiación
privada de lo común, la privatización de lo que hasta ahora era de
dominio público, la retracción de la política hasta el extremo de
presentarla como una patología ideológica, la sacralización de
individualismo, etc.
Pues
bien, el Estado, sea liberal, conservador o socialdemócrata, no es
ya capaz de poner restricciones al actual desarrollo de la
globalización financiera. Las pautas que sirvieron para embridar los
desmanes del capitalismo en el siglo xx han quedado completamente
obsoletas ante la vertiginosa evolución del capitalismo del siglo
xxi: la mundialización de la economía es imparable y la
globalización financiera está por encima del capitalismo
industrial. Esto es, los marcos nacionales y los mecanismos estatales
son insuficientes e inadecuados para enfrentarse a las regresiones
sociales y a los riesgos medioambientales. Esta ausencia de límites
al capitalismo financiero pone en evidencia la crisis profunda de la
socialdemocracia y su debilidad frente a poderes económicos que,
aunque le pese reconocerlo, ella misma ha estimulado. Ahora la
función del Estado ya no es la de administrar una mejora del
bienestar a la población; antes bien, su función es la de imponerle
a la sociedad la dura ley de la globalización: disciplinarla en las
estrecheces que impone la política de austeridad dictada por el
poder financiero. En definitiva, el Estado-nación ha dejado de ser
el recurso que tenía la sociedad contra los efectos desastrosos del
capitalismo.
¿Por
dónde avanzar entonces? La política aborrece el vacío y la
fatalidad. A mi juicio, hemos de ir hacia lo que autores como
Christian Laval y Pierre Dardot, en su obra Común,
denominan "la recuperación de los comunes", esto es,
luchar contra la mercantilización y privatización de los comunes
(sanidad, educación, cultura, agua, etc.), bienes abiertos a todos e
inapropiables. Lo contrario de lo común no es lo privado sino lo
propio, pues algo puede ser privado pero su uso colectivo-común,
como ocurría en Inglaterra con la tierra y los bosques antes de los
"cercamientos" producidos en el siglo xvi. En la actualidad
un sistema-programa de explotación como GNU/Linux es un sistema
copyleft
(contrario al copyright)
que protege la comunidad de uso y delimita un régimen jurídico de
la propiedad intelectual común. Así pues, el copyleft
utiliza
la lógica del copyright
pero
dándole la vuelta con el objetivo de que sirva a una finalidad
opuesta a éste: dejar "libre" el programa para beneficio
de toda la comunidad. De manera que la oposición radical no se
situaría únicamente entre mercado y Estado sino fundamentalmente
entre lo común y lo privativo o propiedad de uso exclusivo y rival.
Un bien es "exclusivo" cuando el que lo posee o lo produce
puede, ejerciendo el derecho absoluto de propiedad de ese bien,
impedir su acceso a toda persona que se niegue a comprarlo por el
precio por él exigido. Y un bien es "rival" cuando su
compra o uso por parte de alguien disminuye la cantidad del bien
disponible para el consumo de otra personas. En cambio, un bien
"público puro" es un bien no exclusivo y no rival. Por
ejemplo, el alumbrado de las calles, el aire, el conocimiento, etc.
Junto a los bienes puramente privados (exclusivos y rivales) y los
bienes puramente públicos (no exclusivos y no rivales), hay bienes
"híbridos o mixtos" que son de dos tipos: los "bienes
club", los cuales son al mismo tiempo exclusivos y no rivales,
como los puentes y las autopistas, en los que se pueden establecer
peajes pero cuyo consumo no disminuyen el de otros usuarios y los
"bienes comunes" que son al mismo tiempo no exclusivos y
rivales, como las zonas de pesca, los pastos abiertos, es decir,
bienes cuyo acceso difícilmente se pueden prohibir o restringir,
salvo que se establezcan reglas de uso, y cuyo consumo afecta al de
otros usuarios.
¿Qué
es lo que pretende el neoliberalismo? Convertir los distintos tipos
de bienes en bienes exclusivos y rivales, esto es, en puramente
privados, de tal modo que el único derecho absoluto sería el de
propiedad privada y los demás se derivarían de él: libertad,
igualdad, seguridad, etc. Frente a ello, la nueva política ha de
fundarse en un poder instituyente de lo común: si lo común debe ser
instituido, sólo podrá serlo como inapropiable,
en
ningún caso como objeto de un derecho de propiedad. Y esto vale no
para el ámbito nacional o local, pues lo común no afecta a muchos o
pocos sino a todos y no llega a una zona u otra sino que abarca todo
lugar, es decir, lo común es universal
o, si se quiere, global.
Según Laval y Dardot, se trataría de instaurar el principio de lo
común en el plano del derecho, del poder, de la economía, de la
cultura, de la educación o de la protección social. Entiéndase que
la política de lo común tiene como característica histórica que
combate tanto el capitalismo como el comunismo de Estado (que en
realidad significó "la captura burocrática de lo común").
En
definitiva, necesitamos una política que haga de lo común el
principio de transformación social (crear instituciones de
autogobierno "en todas partes": en lo local, lo nacional,
lo mundial, y en todos los ámbitos: en el barrio, en el trabajo, en
el sindicato, en el partido, en el parlamento, etc.) y hacer que lo
común sea lo que prevalezca en la esfera de la economía, esto es,
refundar la democracia económica y establecer la subordinación del
derecho de propiedad al derecho de uso. Y como desde lo nacional no
podemos corregir los daños y perjuicios que la globalización
económica ocasiona, es imprescindible instituir comunes mundiales
(bienes patrimonios de la humanidad, derechos humanos universales) e
inventar la federación de los comunes: un federalismo a escala
internacional o, dicho de otro modo, fundar un federalismo
intraestatal e interestatal. En mi opinión, una iniciativa de este
calado nos proporciona un rumbo político que nos permitirá salir
del encallamiento en el que estamos.