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lunes, 16 de noviembre de 2015

¿Frenaremos la codicia desaforada?

Mario Salvatierra Saru, miembro de Izquierda Socialista de Madrid.

En el mismo día, en distintos periódicos, aparecieron las siguientes noticias: "Los bajos tipos en depósitos y bonos llevan a máximos la inversión en sicav. El dinero en estas sociedades sube un 42% desde 2011 hasta los 34.000 millones de euros", "Las empresas del Ibex ganan casi 30.000 millones hasta septiembre", "Los salarios caen más que la inflación desde 2012", "La esperanza de vida en el barrio de Salamanca es dos años mayor que en Villa de Vallecas" y "752 familias de Majadahonda llevan cuatro años esperando una vivienda del Ivima". Estos son los titulares y si vamos al detalle, el contraste es aún más desgarrador.

Así, por ejemplo, las estadísticas dicen que el total de accionistas de las sicav es de 487.190 para un volumen de 34 mil millones de euros, es decir, que la inversión media de cada uno de los accionistas es de 71.100 euros, pero sabemos que la realidad es otra: hay miles de accionistas de paja y, a su vez, las mayores sicav por patrimonio se concentran en muy pocos apellidos ilustres: familia March, Koplowitz, Ortega Mera (hija del fundador de Inditex), Gallardo (Almiral), Del Pino (Ferrovial), Botín, etc. También sabemos que los beneficios de estas "sociedades de inversión de capital variable" (sicav) tributan sólo al 1% y únicamente cuando el accionista retira el dinero paga los impuestos correspondientes por IRPF o sociedades, en función de si es una persona física o una empresa. En relación al Ibex 35, nos informan que estas empresas obtuvieron entre enero y septiembre de este año un beneficio neto de 30.000 millones de euros, un 17% más que el año anterior. En el año 2010, en plena crisis, lograron 38.000 millones entre enero y septiembre y en el 2008 cerca de 42.000 millones de euros, en el mismo período.

Mientras, según los datos que ofrece el Instituto Nacional de Estadística (INE) del ejercicio de 2014, los salarios caen por debajo del IPC. Todos los trabajadores con salarios inferiores a los 1.220 euros mensuales (el 40% de los trabajadores) han perdido poder de compra desde el año 2012. El salario de los trabajadores más pobres (el 10%), que ganan menos de 655 euros al mes generalmente con contratos a tiempo parcial, ha sufrido una pérdida de poder adquisitivo del 3,4%, y del 0,5% para aquellos que ganan entre 972 y1.220 euros al mes. Pero esa caída de la inflación, además, esconde una subida del precio de los alimentos y de los productos de primera necesidad. Según el INE, respecto al año pasado, el precio del aceite subió un 25%, las patatas un 11%, las verduras y legumbres un 8%, el pescado un 3% y la fruta un 2,8%. Todos estos productos son los que tienen mayor peso en la cesta de la compra y es por esta razón que, si a los salarios de pobreza le sumamos las personas desempleadas y las que no tienen ningún ingreso, el 46% de las familias españolas tiene verdaderos problemas para llegar a fin de mes.

A los bajos salarios y al empobrecimiento de las condiciones vitales hemos de añadirle la principal conclusión del Estudio de salud ciudad de Madrid, elaborado por el organismo municipal Madrid Salud: los distritos con menor esperanza de vida son Usera, Centro y Villa de Vallecas mientras que tienen mejores expectativas las circunscripciones de Retiro y Salamanca. La diferencia máxima entre esperanza de vida entre estos distritos es de 2,34 años. Y ello se debe no al sistema sanitario, que es el mismo para todos, sino a las condiciones sociales, laborales y culturales. Las zonas pobres, además de padecer la inclemencia de la desigualdad, tienen menor tasa de vida que las ricas. Otro tanto sucede con la vivienda: cientos de familias sin viviendas al tiempo que desde el gobierno de la Comunidad de Madrid se vende a fondos buitres (Azora Cibeles, Goldman Sachs, Bussola 99 y Encasa Madrid) más de 3.000 viviendas del Ivima. Este saqueo de un bien común ilustra a la perfección el significado de lo que se ha venido a llamar "capitalismo de amiguetes". En efecto, el gestor político de este pillaje fue el exconsejero de Transporte y Vivienda, Pablo Cavero, cuyas relaciones económicas con Goldman Sachs fueron más que evidentes y que, según ha declarado, acumula acciones y participaciones en fondos y en una sicav por valor de seis millones de euros.

Como señalé, todas estas informaciones aparecieron el mismo día. ¿Cómo procesarlas?, ¿cómo digerirlas sin bicarbonato? La desigualdad crece; los ricos no se cortan, desean más ganancias y aumentar sus privilegios, esto es, la desbordante acumulación de riqueza les parece poca, además de justa. Y la distancia que hay entre el poder político y el poder económico-financiero aumenta cada día. El economista Thomas Piketty nos revela que el 95% del aumento del PIB de EE.UU. ha ido a parar al 1% de los norteamericanos más ricos. El capitalismo por sí mismo no pondrá solución a esta escandalosa injusticia. Es necesario invertir el sistema de normas que ha impuesto el neoliberalismo: la competitividad generalizada, la mercantilización de todas las esferas de la vida, la apropiación privada de lo común, la privatización de lo que hasta ahora era de dominio público, la retracción de la política hasta el extremo de presentarla como una patología ideológica, la sacralización de individualismo, etc.

Pues bien, el Estado, sea liberal, conservador o socialdemócrata, no es ya capaz de poner restricciones al actual desarrollo de la globalización financiera. Las pautas que sirvieron para embridar los desmanes del capitalismo en el siglo xx han quedado completamente obsoletas ante la vertiginosa evolución del capitalismo del siglo xxi: la mundialización de la economía es imparable y la globalización financiera está por encima del capitalismo industrial. Esto es, los marcos nacionales y los mecanismos estatales son insuficientes e inadecuados para enfrentarse a las regresiones sociales y a los riesgos medioambientales. Esta ausencia de límites al capitalismo financiero pone en evidencia la crisis profunda de la socialdemocracia y su debilidad frente a poderes económicos que, aunque le pese reconocerlo, ella misma ha estimulado. Ahora la función del Estado ya no es la de administrar una mejora del bienestar a la población; antes bien, su función es la de imponerle a la sociedad la dura ley de la globalización: disciplinarla en las estrecheces que impone la política de austeridad dictada por el poder financiero. En definitiva, el Estado-nación ha dejado de ser el recurso que tenía la sociedad contra los efectos desastrosos del capitalismo.

¿Por dónde avanzar entonces? La política aborrece el vacío y la fatalidad. A mi juicio, hemos de ir hacia lo que autores como Christian Laval y Pierre Dardot, en su obra Común, denominan "la recuperación de los comunes", esto es, luchar contra la mercantilización y privatización de los comunes (sanidad, educación, cultura, agua, etc.), bienes abiertos a todos e inapropiables. Lo contrario de lo común no es lo privado sino lo propio, pues algo puede ser privado pero su uso colectivo-común, como ocurría en Inglaterra con la tierra y los bosques antes de los "cercamientos" producidos en el siglo xvi. En la actualidad un sistema-programa de explotación como GNU/Linux es un sistema copyleft (contrario al copyright) que protege la comunidad de uso y delimita un régimen jurídico de la propiedad intelectual común. Así pues, el copyleft utiliza la lógica del copyright pero dándole la vuelta con el objetivo de que sirva a una finalidad opuesta a éste: dejar "libre" el programa para beneficio de toda la comunidad. De manera que la oposición radical no se situaría únicamente entre mercado y Estado sino fundamentalmente entre lo común y lo privativo o propiedad de uso exclusivo y rival. Un bien es "exclusivo" cuando el que lo posee o lo produce puede, ejerciendo el derecho absoluto de propiedad de ese bien, impedir su acceso a toda persona que se niegue a comprarlo por el precio por él exigido. Y un bien es "rival" cuando su compra o uso por parte de alguien disminuye la cantidad del bien disponible para el consumo de otra personas. En cambio, un bien "público puro" es un bien no exclusivo y no rival. Por ejemplo, el alumbrado de las calles, el aire, el conocimiento, etc. Junto a los bienes puramente privados (exclusivos y rivales) y los bienes puramente públicos (no exclusivos y no rivales), hay bienes "híbridos o mixtos" que son de dos tipos: los "bienes club", los cuales son al mismo tiempo exclusivos y no rivales, como los puentes y las autopistas, en los que se pueden establecer peajes pero cuyo consumo no disminuyen el de otros usuarios y los "bienes comunes" que son al mismo tiempo no exclusivos y rivales, como las zonas de pesca, los pastos abiertos, es decir, bienes cuyo acceso difícilmente se pueden prohibir o restringir, salvo que se establezcan reglas de uso, y cuyo consumo afecta al de otros usuarios.

¿Qué es lo que pretende el neoliberalismo? Convertir los distintos tipos de bienes en bienes exclusivos y rivales, esto es, en puramente privados, de tal modo que el único derecho absoluto sería el de propiedad privada y los demás se derivarían de él: libertad, igualdad, seguridad, etc. Frente a ello, la nueva política ha de fundarse en un poder instituyente de lo común: si lo común debe ser instituido, sólo podrá serlo como inapropiable, en ningún caso como objeto de un derecho de propiedad. Y esto vale no para el ámbito nacional o local, pues lo común no afecta a muchos o pocos sino a todos y no llega a una zona u otra sino que abarca todo lugar, es decir, lo común es universal o, si se quiere, global. Según Laval y Dardot, se trataría de instaurar el principio de lo común en el plano del derecho, del poder, de la economía, de la cultura, de la educación o de la protección social. Entiéndase que la política de lo común tiene como característica histórica que combate tanto el capitalismo como el comunismo de Estado (que en realidad significó "la captura burocrática de lo común").


 En definitiva, necesitamos una política que haga de lo común el principio de transformación social (crear instituciones de autogobierno "en todas partes": en lo local, lo nacional, lo mundial, y en todos los ámbitos: en el barrio, en el trabajo, en el sindicato, en el partido, en el parlamento, etc.) y hacer que lo común sea lo que prevalezca en la esfera de la economía, esto es, refundar la democracia económica y establecer la subordinación del derecho de propiedad al derecho de uso. Y como desde lo nacional no podemos corregir los daños y perjuicios que la globalización económica ocasiona, es imprescindible instituir comunes mundiales (bienes patrimonios de la humanidad, derechos humanos universales) e inventar la federación de los comunes: un federalismo a escala internacional o, dicho de otro modo, fundar un federalismo intraestatal e interestatal. En mi opinión, una iniciativa de este calado nos proporciona un rumbo político que nos permitirá salir del encallamiento en el que estamos.